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El Lobo Estepario-Herman Hesse -Herman Hesse


El día había transcurrido del modo como suelen transcurrir estos días; lo había malbaratado, lo había consumido suavemente con mi manera primitiva y extraña de vivir; había trabajado un buen rato, dando vueltas a los libros viejos; había tenido dolores durante dos horas, como suele tenerlos la gente de alguna edad; había tomado unos polvos y me había alegrado de que los dolores se dejaran engañar; me había dado un baño caliente, absorbiendo el calorcillo agradable; había recibido tres veces el correo y hojeado las cartas, todas sin importancia, y los impresos, había hecho mi gimnasia respiratoria, dejando hoy por comodidad los ejercicios de meditación; había salido de paseo una hora y había visto dibujadas en el cielo bellas y delicadas muestras de preciosos cirros. Esto era muy bonito, igual que la lectura en los viejos libros y el estar tendido en el baño caliente; pero, en suma, no había sido precisamente un día encantador, no había sido un día radiante, de placer y Ventura, sino simplemente uno de estos días como tienen que ser, por lo visto, para mí desde hace mucho tiempo los corrientes y normales; días mesuradamente agradables, absolutamente llevaderos, pasables y tibios, de un señor descontento y de cierta edad; días sin dolores especiales, sin preocupaciones especiales, sin verdadero desaliento y sin desesperanza; días en los cuales puede meditarse tranquila y objetivamente, sin agitaciones...
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El hombre que calculaba 

El hombre que calculaba-Malba Taban -Seud. de Julio Cesar de Mello e Souza (1895-1974)

Los  países  árabes  han  ejercido  siempre  una  clara  fascinación,  por  la  diversidad  de  sus  costumbres,  de  sus  ritos,  y  nada  más  adentrarnos  en  la  historia  de  las  naciones  ribereñas  del Mediterráneo,  nos  salen  al  paso  los  vestigios  de  aquella  civilización,  de  la  cual  somos  tributarios  en  cierto  modo principalmente  en  aquellas  disciplinas que  tienen  un  carácter… 

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El Principito

El Principito



Antoine de Saint Exupéry -Pido  perdón  a  los  niños  por  haber  dedicado  este  libro  a  una  persona  mayor.  Tengo  una  seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor  vive  en  Francia,  donde  pasa  hambre  y  frío.  Verdaderamente  necesita  consuelo.  Si  todas  esas  excusas  no  bastasen,  bien  puedo  dedicar  este  libro  al  niño  que  una  vez  fue  esta  persona  mayor.  Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria


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Reflexión.










Un joven estudiante de un pequeño pueblo del sur, Se levantaba muy temprano para asistir a la escuela que se encontraba a una hora de camino de su casa, para tomar las de clases y llegar a tiempo, salieron de su casa al amanecer. habiendo caminado algunos minutos del sendero, el niño pasmado contemplaba su sombra, la que parecía de un gigante y esto le causaba alegría, y se ufanaba de su imaginario tamaño, sintiéndose un gigante. De pronto, la madre detuvo el apresurado paso y tomándolo por los hombros le dijo con dulce firmeza: No contemples tu sombra al amanecer, hijo... mírala sólo al mediodía.



El tatuador



Junichiro Tanizaky/1910


Era aquella una época en la que los hombres rendían culto a la noble virtud de la frivolidad, en la que la vida no era la áspera lucha que es hoy. Eran tiempos de ocio, tiempos en que los ingeniosos profesionales podían ganarse la vida sobradamente si conservaban radiante el buen humor de los caballeros ricos o bien nacidos, y si cuidaban de que la risa de las damas de la Corte y de las gheisas no se extinguiese nunca. En las novelas románticas, ilustradas, de la época, en el teatro Kabuki, donde los rudos héroes masculinos como Sadakuro y Jiraiya eran transformados en mujeres, en todas partes, la hermosura y la fuerza eran una sola cosa. Las gentes hacían cuanto podían por embellecerse y algunos llegaban a inyectarse pigmentos en su preciosa piel. En el cuerpo de los hombres bailaban alegres dibujos de líneas y colores.

Los visitantes de los barrios de placer de Edo preferían alquilar portadores de palanquín que estuviesen tatuados espléndidamente. Entre los que se adornaban de este modo no sólo se contaban jugadores, bomberos y gente semejante, sino miembros de la clase mercantil y hasta samuráis. De vez en cuando se celebraban exposiciones y los participantes se desnudaban para mostrar sus afiligranados cuerpos, se los palmoteaban orgullosamente, presumían de la novedad de sus dibujos y criticaban los méritos de los ajenos.

Hubo un joven tatuador excepcionalmente hábil llamado Seikichi. En todas partes se le elogiaba como a un maestro de la talla de Caribun o Yatsuhei y docenas de hombres le habían ofrecido su piel como seda para sus pinceles. Gran parte de las obras que se admiraban en las exposiciones de tatuajes eran suyas. Había quienes podían destacarse más en el sombreado o en el uso de cinabrio, pero Seikichi era famoso por el vigor sin igual y el encanto sensual de su arte.

Seikichi se había ganado anteriormente el pan como pinto ukiyoke de las escuelas de Tokoyuni y Kunisada y, a pesar de haber descendido a la condición de tatuador, su pasado era visible en su consciencia artística y su sensibilidad. Nadie cuya piel o cuyo aspecto físico no fuese de su agrado lograba comprar sus servicios. Los clientes que aceptaba tenían que dejar coste y diseño enteramente a su discreción y habían de sufrir durante un mes o incluso dos, el dolor atroz de sus agujas.

En lo profundo de su corazón, el joven tatuador ocultaba un placer y un secreto deseo. Su placer residía en la agonía que sentían los hombres al irles introduciendo las agujas, torturando sus carnes hinchadas, rojas de sangre: y cuanto más alto se quejaban más agudo era el extraño deleite de Seikichi. El sombreado y el abermejado, que se dice que son particularmente dolorosos, eran las técnicas con las que más disfrutaba.

Cuando un hombre había sido punzado quinientas o seiscientas veces, en el transcurso de un tratamiento diario normal, y había sido sumergido en un baño caliente para hacer brotar los colores, se desplomaba medio muerto a los pies de Seikichi. Pero Seikichi bajaba su mirada hacia él, fríamente. "Parece que duele", observaba con aire satisfecho.

Siempre que un individuo flojo aullaba de dolor o apretaba los dientes o torcía la boca como si estuviese muriéndose, Seikichi le decía: "No sea usted niño. Conténgase usted: ¡no ha hecho más que empezar a sentir mis agujas!". Y continuaba tatuándole, tan imperturbable como siempre, mirando de vez en cuando, de reojo, el rostro bañado en lágrimas del cliente.

Pero a veces, una persona de excepcional fortaleza encajaba las mandíbulas y aguantaba estoicamente sin permitirse ni un gesto. Entonces, Seikichi se sonreía y decía: "¡Ah, es usted hombre porfiado! Pero espérese. Pronto le empezará a temblar el cuerpo de dolor. Dudo que sea capaz de soportarlo…"

Durante mucho tiempo, Seikichi acarició el deseo de crear una obra maestra en la piel de una mujer hermosa. Semejante mujer habría de reunir tantas perfecciones de carácter como físicas. Un rostro encantador y un hermoso cuerpo no le habrían satisfecho. Aunque inspeccionaba cuantas bellezas reinaban en los alegres barrios de Edo, no encontró ninguna que satisficiese sus exigentes pretensiones. Transcurrieron varios años sin encontrarla, y el rostro y la figura de la mujer perfecta continuaban obsesionándole. Pero no quiso perder la esperanza.

Una tarde de verano, durante el cuarto año de búsqueda, sucedió que Seikichi, al pasar por el restaurante Hirasei, en el distrito Fukagawa de Edo, no lejos de su casa, vio un pie desnudo de mujer, blanco como la leche, asomando por entre las cortinas de un palanquín que estaba partiendo. Para su experta mirada, un pie humano era tan expresivo como un rostro. Aquél era el colmo de la perfección. Dedos exquisitamente cincelados, uñas como las iridiscentes conchas del acantilado de Enoshima, bañada en las límpidas aguas de un manantial de montaña: se trataba, en fin, de un pie digno de ser nutrido por la sangre de los hombres, de un pie hecho para pisotear sus cuerpos. Seguramente, aquél era el pie de la única mujer que durante tanto tiempo, se le había ocultado. Ansioso por vislumbrar su cara, Seikichi empezó a seguir al palanquín. Pero, tras perseguirlo por callejuelas y avenidas, lo perdió por completo de vista.

El deseo de Seikichi, durante tanto tiempo contenido, se convirtió en amor apasionado. Una mañana, ya muy entrada la primavera siguiente, se encontraba en el balcón, adornado por los bambúes floridos, de su casa de Fukagawa contemplando una maceta de lirios omoto, cuando oyó a alguien junto a la puerta de su jardín. Por la esquina del seto interior apareció una muchacha. Le llevaba un recado de una amiga suya, gheisa del cercano barrio de Tatsumi.

- Mi ama me ha dicho que le entregue esta capa y dice que si tendría la amabilidad de decorar el forro - dijo la muchacha. Desató un paquete de ropa color azafrán y saco una capa de seda, de mujer (envuelta en un pliego de papel grueso en el que estaba impreso un retrato del actor Tojako), y una carta.

La carta repetía su amistosa petición y continuaba diciendo que su portadora empezaría pronto la carrera de gheisa bajo su protección. Esperaba que, sin echar en olvido los viejos vínculos, extendiese su protección a esta muchacha.

- Creo que es la primera vez que te veo - dijo Seikichi escrutándola con insistencia. Parecía no tener más de quince o dieciséis años, pero su rostro mostraba una belleza extrañamente madura, un aspecto de experiencia, como si ya hubiese pasado varios años en el alegre barrio y hubiese fascinado a incontables hombres. Su belleza reflejaba los sueños de generaciones de hombres y mujeres seductores que habían vivido y muerto en la vasta capital donde estaban concentrados los pecados y las riquezas de todo el país.

Seikichi le ofreció asiento en el balcón y estudió sus delicados pies, desnudos salvo unas elegantes sandalias de paja.

- Tú saliste del palanquín del Hirasei una noche de julio pasado, ¿no es cierto? - le preguntó.

- Supongo que sí - contestó ella, sonriendo ante la extraña pregunta -. Mi padre vivía todavía y me llevaba con frecuencia allí.

- Te he estado esperando durante cinco años. Es la primera vez que te veo la cara, pero recuerdo tu piel. Acércate un momento, tengo que enseñarte una cosa.

Ella se había puesto en pie para irse, pero la cogió de la mano y la condujo arriba, al estudio que daba a la orilla del río. Entonces sacó dos kakemonos y desenrolló uno ante ella.

Era una pintura de una princesa china, la favorita del cruel Emperador Chu de la dinastía Shang. Estaba apoyada en una balaustrada, en postura lánguida, la larga falda de su vestido de brocado floreado caía hasta la mitad de un tramo de escalones, su esbelto cuerpo soportaba con dificultad el peso de una corona de oro tachonado de coral y lapislázuli. Llevaba en la mano derecha una ancha copa de vino que inclinaba hacia los labios mientras contemplaba a un hombre que era conducido a la tortura en el jardín de abajo. Tenía las manos y los pies encadenados a un pilar hueco de cobre en cuyo interior iban a echar un fuego. La princesa y su víctima, la cabeza inclinada ante ella, los ojos cerrados, dispuestos a aceptar su destino, estaban representados con terrorífica verosimilitud.

Mientras la muchacha contemplaba la extraña pintura, sus labios temblaron y los ojos empezaron a chispearle. Poco a poco su faz fue adquiriendo una curiosa semejanza con la de la princesa. En la pintura, descubrió su yo secreto.

- Tus propios sentimiento están revelados aquí - le dijo Seikichi, complacido, mientras la miraba al rostro.

- ¿Por qué me muestras una cosa tan horrible? - preguntó la muchacha, mirándole. Se había puesto pálida.

- La mujer eres tú. Su sangre corre por tus venas. Después, extendió el otro kakemono.

Era éste una pintura titulada "Las Víctimas". En medio de ella, una joven estaba en pie apoyada al tronco de un cerezo: gozaba contemplando un montón de cadáveres de hombres que yacían a sus pies. Unos pajarillos trinaban sobre ella, cantando triunfalmente; sus ojos irradiaban orgullo y gozo. ¿Era un campo de batalla o un jardín de primavera? En este cuadro, la muchacha sintió haber encontrado algo escondido durante mucho tiempo en las tinieblas de su propio corazón.

- Esta pintura muestra tu futuro - dijo Seikichi, apuntando a la mujer que había bajo el cerezo: la propia imagen de la muchacha -. Todos estos hombres arruinarán sus vidas por ti.

- Por favor, ¡te suplico que te lleves esto! - Se volvió de espaldas como para escapar a su tantálico hechizo y, temblando, se postró ante él. Finalmente, continuó diciendo:

- Sí, admito que no te equivocas conmigo: yo soy como esa mujer… Así que, llévate eso, por favor.

- No hables como una cobarde - le dijo Seikichi, con sonrisa maliciosa -. Míralo más cerca. No durarán mucho tus escrúpulos.

Pero la muchacha se negaba a levantar la cabeza. Todavía postrada, con el rostro entre las mangas, repetía una y otra vez que estaba asustada y quería marcharse.

- No, tienes que quedarte: quiero convertirte en una verdadera belleza - le dijo, acercándose a ella. Llevaba bajo el kimono un frasquito de anestésico que había conseguido algún tiempo antes de un médico holandés.

El sol de la mañana brillaba sobre el río, enjoyando el estudio de ocho alfombras con su ardiente luz. Los rayos reflejados por el agua dibujaban temblorosas olas doradas sobre las mamparas corredizas de papel y sobre el rostro de la muchacha, que estaba profundamente dormida. Seikichi había cerrado las puertas y sacado sus instrumentos de tatuaje, pero durante un rato se limitó a sentarse, arrobado, saboreando hasta la saciedad su misteriosa belleza. Pensaba que jamás se cansaría de contemplar su sereno rostro semejante a una máscara. Precisamente como los antiguos egipcios habían embellecido sus magníficos campos con pirámides y esfinges, iba él a embellecer la impoluta piel de la muchacha.

En este momento, levantó el pincel que apretaba entre el pulgar y los dos dedos siguientes de la mano izquierda, aplicó su extremo en la espalda de la muchacha y, con la aguja que llevaba en la mano derecha, empezó a grabar un dibujo. Sintió que su propio espíritu se disolvía en la tinta negra de polvo de carbón con que le manchaba la piel. Cada gota de cinabrio Ryukyu con que iba mezclando el alcohol y atravesándola era una gota de su propia sangre. Veía en sus pigmentos los matices de sus propias pasiones.

Pronto llegó la tarde y, luego, el tranquilo día primaveral avanzó hacia su fin. Pero Seikichi no se detuvo en su trabajo, ni se interrumpió el sueño de la muchacha. Cuando un criado llegó de casa de la gheisa preguntando por ella, Seikichi lo despachó diciéndole que hacía tiempo que se había ido. Y horas más tarde, cuando la luna colgaba sobre la mansión del otro lado del río, bañando las casas de la orilla en una luz de ensueño, el tatuaje no estaba ni a medio hacer. Seikichi trabajaba a la luz de una vela.

Ni siquiera introducir una gota de colorante era un trabajo fácil. A cada pinchazo de la aguja, Seikichi daba un profundo suspiro y sentía como si se hubiese atravesado su propio corazón. Poco a poco, las marcas del tatuaje empezaron a adquirir la forma de una gigantesca araña hembra; y cuando el cielo nocturno empalidecía con la luz del alba, esta horripilante y malévola criatura había estirado sus ocho patas para abrazar por completo la espalda de la muchacha.

A plena luz del alba primaveral, las barcas habían empezado a bogar por el río, de arriba abajo, con los remos restallando en la quieta mañana; los tejados brillaban al sol y la neblina comenzaba a adelgazar sobre las blancas velas que se hinchaban con la brisa mañanera. Por fin, Seikichi dejó el pincel y contempló la araña tatuada. Esta obra de arte había sido el supremo esfuerzo de su vida. Ahora, cuando la hubo acabado, su corazón estaba atravesado de emoción.

Las dos figuras permanecieron quietas durante algún tiempo. Luego, las paredes de la habitación devolvieron el eco tembloroso de la voz baja y bronca de Seikichi:

- Para hacerte verdaderamente hermosa he vertido mi espíritu en este tatuaje. No existe hoy una mujer en el Japón que se pueda compara contigo. Tus viejos temores han desaparecido. Todos los hombres serán tus víctimas.

Como respuesta a estas palabras, un débil gemido escapó de los labios de la muchacha. Lentamente, empezó a recobrar los sentidos. A cada estremecida inspiración, las patas de la araña se agitaban como si estuviera viva.

- Tienes que sufrir. La araña te tiene entre sus garras.

Como respuesta, abrió ella los ojos levemente, con una mirada vacía. La mirada se le fue avivando progresivamente, como la luna va encendiéndose por la tarde, hasta lucir esplendorosamente en su faz.

- Déjame ver el tatuaje - dijo, hablando como en sueños, pero con un dejo de autoridad en la voz -. Al darme tu espíritu, has tenido que hacerme muy bella.

- Antes tienes que bañarte para que aparezcan los colores - susurró Seikichi compasivamente -. Me temo que va a dolerte, pero sé valiente otro poco.

- Puedo soportar cualquier cosa por la belleza.

A pesar del dolor que le recorría el cuerpo, sonrió.
- ¡Cómo pica el agua!… Déjame sola ¡espera en la otra habitación! No me gusta que un hombre me vea sufrir así.

Al salir de la tina, demasiado débil para poder secarse, la muchacha echó a un lado la compasiva mano que Seikichi le ofrecía y se dejo caer al suelo en una agonía, quejándose como presa de una pesadilla. El despeinado cabello le colgaba sobre el rostro en salvaje maraña. Las blancas plantas de sus pies se reflejaban en el espejo que había detrás de ella.

Seikichi estaba asombrado del cambio que había sobrevenido a la tímida y sumisa muchacha del día anterior, pero hizo lo que le había dicho y se fue a esperar en el estudio. Alrededor de una hora después volvió, cuidadosamente vestida, con el empapado y alisado cabello cayéndole por los hombros. Apoyándose en la barandilla del balcón, miró al cielo levemente brumoso. Le brillaban los ojos; no había en ellos ni una huella de dolor.

- Me gustaría ofrecerte también estas pinturas - dijo Seikichi, colocando ante ella los kakemonos -. Cógelas y vete.

- ¡Todos mis antiguos temores se han desvanecido y tú eres mi primera víctima! - Le lanzó una mirada tan brillante como una espada. Una canción de triunfo sonaba en sus oídos.

- Déjame ver de nuevo tu tatuaje - suplicó Seikichi.
Silenciosamente, la muchacha asintió y dejó resbalar el kimono de sus hombros. Precisamente entonces su espalda, esplendorosamente tatuada, recibió un rayo de sol y la araña se coronó en llamas.

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TEMPLANZA  (Templo o Fragua)

Víctor Noé Campos Martínez.

Cuando los problemas entran a nuestras vidas suelen venir acompañados de enseñanzas definitivas o los traen personas, que llegan a nosotros sin razón aparente, pero que nos marcan para siempre. A pesar de que algunas veces nos resulta extraño, e incluso molesto su estilo, las aceptamos y eso puede hacer que nuestra vida  de un giro definitivo para bien o para mal. Esto es así, ha sido y será por los siglos de los siglos.

Algunas nos traen costumbres ocultas o visibles. Las hay quienes llegan colmadas de noticias buenas o malas, alegres o tristes, falacias o verdades. Otras nos traen entusiasmo para vivir, propuestas para crecer como seres humanos. Las pocas en verdad se hacen acompañar de esperanza, fe y caridad. También hay quienes transitan por nuestras vidas con mensajes "cifrados" o de difícil interpretación, que la mayoría de las veces ignoramos, o no queremos ver ni oír, son personas que, aunque su paso sea incidental o efímero, su presencia en nuestra existencia, es trascendente, inolvidable, porque nos dejan enseñanzas, que muchas de las ocasiones nos resultan difíciles de seguir, porque demandan esfuerzo o compromiso por romper el área de confort establecida por nosotros mismos, y nos resistimos a dejar de hacer aquello que incluso, nos daña o que no nos permite avanzar, o apuntar nuestra mirada a la luna o a levantar la cérvix para sentir el sol en nuestro rostro y palpar con la retina de nuestra conciencia la legítima aspiración a ser mejores.

De esas personas, que hacen ejemplo de vida, podríamos tomar los elementos éticos y morales para levantarnos cada día inspirados en el amor propio, en el “meternos en nosotros mismos” cada mañana, antes de iniciar nuestra cotidianeidad a practicar la Templanza, para moderar nuestros impulsos primitivos, escuchar a los demás, procurar el bien propio pero también el común, cultivar la mejora personal como seres humanos buenos, amables, afables, con la determinación de servir, o ayudar al otro.

Es la templanza un valor moral relevante, a pesar de que a él recurrimos constantemente para asegurar la supervivencia, el dominio sobre avatares, el deseo de vivir bien y dentro de los límites de la fraternidad, la unidad y la solidaridad. La templanza fustiga a la inteligencia emocional en nuestro interior, para obtener la fuerza y reciedumbre para moderar los apetitos naturales, necesarios para la supervivencia corporal y para la estabilidad de las emocional, pero que su abuso nos conduce a la desarmonía  físico-mental. La templanza  es fuerza para mantener equilibrio y discreción en el disfrute de los bienes que poseamos, y para no dejarnos arrastrar por los impulsos de la ostentación, la ambición, la pasión, el abuso en el consumo o la posesión.

Resulta entonces, esencial tener presente que es necesario ser moderados o sobrios; y conformar un modelo de vida basado en el esfuerzo propio, apoyado en la equidad y la justicia, todo salpicado por el ingrediente del amor, tolerancia, apertura y candor. Dispuestos a compartir con los demás nuestros éxitos; y refugiarnos en el templo de nuestra conciencia, para fortalecer lo logrado con firmeza, determinación y decisión para “Seguir adelante” Es decir: ser personas de temple o que proviene del templo.

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1 Fuente electrónica: Diccionario Babilonhttp://www.babylon.com/define/.- Templanza, para la doctrina cristiana, es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar ‘para seguir la pasión de su corazón’ (Si 5,2; cf 37, 27-31). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: ‘No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena’ (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada ‘moderación’ o ‘sobriedad’, tal como se afirma en la Carta Paulina ‘(debemos) vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente’ (Tt 2, 12).. Viene de la palabra templo, y nos lleva a considerar nuestro cuerpo como un templo

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Ensayo



FAMILIA Y ACTUALIDAD

La importancia de aplicar los valores de la autoestima, la comunicación, la responsabilidad y la libertad en la familia.

“Los cambios en la familia, por supuesto, se insertan dentro de determinados cambios globales de la sociedad. Hoy mismo estamos vivie3ndo en un mundo muy dinámico, matizado por el tránsito hacia lo que se ha dado en llamar Posmodernidad. Y esta transición representa un cambio en la interpretación de los valores. Hay toda una serie de valores, vinculados a la Modernidad, que comienzan a entrar en crisis.”
Dr. José Ramón Fabelo Corzo


Introducción.

Aunque la familia sigue siendo la forma de organización social más antigua, en donde el ser humano encuentra el espacio más propicio para expresar su intimidad individual y colectivamente hablando, donde se inicia su formación integral y vital como persona humana que puede orientar sus intereses y acomodar su vocación, emociones y afectividad de manera casi definitiva. La familia como institución formadora que predispone un ambiente en donde las personas conviven y expresan emociones, ilusiones, percepciones y convenciones. Costumbres y tradiciones que transitan de generación en generación cuya tendencia puede inclinarse por la conservación de las mismas con pocas modificaciones o bien eliminar lo que resulta inconveniente u oneroso en esfuerzo y economía. Estos cambios o evoluciones en la actualidad se dan con mayor velocidad debido a que la sociedad se vuelto más demandante y dinámica, es decir, la vorágine de recursos tecnológicos de comunicación masiva y personal, y los ultra-eficientes medios transporte, mueven a la humanidad a un ritmo muy acelerado que nos hace percibir riegos para la conservación de ciertos rituales, costumbres y tradiciones que llevan, en la actualidad, a experimentar una severa crisis de valores: la integración familiar está siendo afectada contundentemente por la demandante lejanía de los centros de trabajo o su inexistencia en el lugar de nacimiento, la exigencia de responsabilidad precisa de la garantía en la productividad y en el uso del tiempo y los recursos materiales y afectivos, haciendo al hombre menos libre y más sujeto a las necesidades de uso de la tecnología para poder cumplir compromisos de trabajo, sociales, familiares y personales, sumergiendo a la humanidad en una competitividad cruenta y hasta deshumanizada, por la preparación y la formación de perfiles profesionales cada vez más exigentes o demandantes de conocimientos y habilidades de pensamiento estratégico para la efectividad en la empresa o en el desempeño negociante del comercio. Estas y otras causas, están sometiendo a la familia tradicional a convivir diferentes, nuevas o incluso ajenas costumbres, y a reconsiderar la valía o relevancia de algunos valores que, como lo veremos en el presente ensayo, por acomodación social del individuo, están afectando profundamente el tejido social de la sociedad contemporánea.

La autoestima en la familia.

La autoestima es la capacidad de valorarse a sí mismo y reconocer las propias capacidades. Es un sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Esta se aprende, cambia y la podemos mejorar. Es a partir de los 5-6 años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros mayores (padres, maestros), compañeros, amigos, etcétera y las experiencias que vamos adquiriendo.

La familia concebida como la entidad fundamental de la asociación humana, constituida normalmente por La madre, el padre y los hijos biológicos genéticamente propios o no, como lo remarca la Dra. María de Luján González Tornaría “La familia sigue siendo, a pesar de los ataques y dudas que se ciernen sobre ella, es el nudo esencial de la constitución de la personalidad de los niños. Es por tanto, espacio vital para formar en las nuevas generaciones, conceptos éticos y morales, emociones y sentimientos que revestirán gran relevancia en la vida adulta. De ahí la importancia de que en su seno se practiquen valores trascendentales para el joven. Los padres educando congruentemente con el ejemplo, estimular el crecimiento físico y espiritual de manera adecuada, y ayudándolos en la estructuración conceptual de los Valores instituidos por sus antecesores merced la costumbre y la tradición, los que se proyectarán y consolidarán en la escuela, - “Las familias acompañan la evolución de los niños, en el proceso de escolarización, que es la vía excelente para ir penetrando en otros ámbitos sociales diferentes a la familia. Afirma la Dra. María Luján, y más adelante señala que la familia, a través de estas funciones apunta a educar a los niños para que puedan ser autónomos, emocionalmente equilibrados, capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios”.

Los pilares de la autoestima son:
• Vivir concientemente.
• Aceptación de sí mismo.
• Responsabilidad de sí mismo.
• Autoafirmación.
• Vivir con propósitos.
• Integridad personal.

Para que la familia forje sólidamente en los jóvenes los valores trascendentales, es imperioso que comprenda que sus miembros son seres humanos con cuerpo y espíritu, que entre sus características esenciales resaltan la inteligencia y la voluntad, que con la primera persigue la verdad y con la segunda el bien. La manera de expresar sus deseos está regulada por la afectividad –emociones y sentimientos- y que por consecuencia la familia se convierte en un factor relevante para fortalecer esas emociones y sentimientos, porque un joven que se forma bajo un clima de real comunicación, de aprobación oportuna y retroalimentadora, de aceptación razonada y consensuada, de amor sincero y proyectado como costumbre afectiva esencialmente en el trato cotidiano y no eventualmente como un reflejo material interesado o que actúa en razón del sentimiento de culpa o síndrome de restañamiento por el abandono (tan efusivamente hasta la llegar a la exageración, paroxismo y conmoción el día del amor y la amistad, navidad, cumpleaños, etc.), con padres que confían y apoyan sus decisiones relevantes para él y que convienen a la familia, que en sus acciones les brindan seguridad.

La autoestima, además es aprender a querernos y respetarnos, es algo que se construye o reconstruye por dentro. Esto depende, también, del ambiente familiar en el que estemos y los estímulos que este nos brinda.

En la violencia familiar las víctimas y los victimarios poseen muy baja autoestima, ya que por un lado, la víctima es alguien al que maltratan sin que ésta pueda poner límites y no se da cuenta de que está siendo abusada. Por otro lado, los victimarios compensan lo inferior que se sienten, maltratando y abusando, en este caso, de un familiar.

Muchas de las heridas emocionales que tiene una persona, producidas en su niñez pueden causarnos trastornos psicológicos emocionales y físicos (cáncer, úlceras, hipertensión, trastornos cardíacos y alimentarios, problemas en la piel, depresiones, etc.), produciendo dificultades en la vida de las mismas(conflictos serios en el trabajo, disminución de la energía y de la capacidad creativa, relaciones matrimoniales desastrosas, no poder hacer o conservar amigos, poco entendimiento con las hijas e hijos).

Existen padres, madres, docentes o cuidadores que humillan, desprecian, no prestan atención, se burlan o se ríen del niño/a cuando pide ayuda, siente dolor, tiene un pequeño accidente, necesita que lo defiendan, expresan miedo, piden compañía, se aferra buscando protección, tiene vergüenza, etc.. Estas actitudes se completan con otras totalmente opuesta, desmostrándole al niño que es "querido y bonito" creándole una gran confusión. Pero estas muestras de cariño son aparentes, adjudicándole un rotulo a su identidad, que trae como consecuencia un peso negativo en formación y en el desarrollo de sus capacidades.

En el momento en que la persona afectada es adulta, transmitirá la humillación o el maltrato a personas más pequeñas o vulnerables. Es una cadena hereditaria de abuso y poder, ya que el desprecio y la vergüenza vivida en la infancia son la fuente de los problema que afectan en la vida adulta y los causantes de la baja autoestima.

La principal imagen y más generalizada forma de violencia es el maltrato emocional. Hay muchas maneras pasa asustar a un niño y hacerlo sentir culpable e intimidado, sin recurrir a la violencia física. El niño o la niña se atormenta con pensamientos y sentimientos que no pueden comunicar ni compartir con nadie y aprenden a soportar el dolor y el silencio.

La autoestima y la comunicación están muy relacionadas, porque según como se diga algo, el efecto será positivo o negativo, de aprendizaje o de resentimiento, que se transmite desde la infancia hacia el futuro. Por esta razón, se entiende que los padres y madres que dañan la autoestima de sus hijos no siempre lo hacen intencionalmente, ya que ellos fueron educados del mismo modo.
así tendremos que, gracias al reconocimiento, aprobación e implicación afectiva de los adultos en sus actividades cotidianas, en un marco de respeto mutuo, se podrá fomentar el autoaprecio, el valor personal de la Autoestima: Los niños al saberse valorados, aprobados y respetados por sus padres -de ellos se ha formado la idea de que saben y pueden todo- seguramente podrán incorporar, conceptualizar y vivenciar Valores superiores. De ahí la importancia de que los padres incorporen en sus relaciones interpersonales con sus hijos el respeto a su actividad intelectiva y por ende de propuesta, de los deseos individuales de los chicos, estimulando su creatividad e iniciativa, creando un entorno de confianza y honestidad, para que –sin distinción de género o preferencias- se sientan pertinentemente tomados en cuenta; lo que desarrollará primordialmente su sentido de pertenencia a una familia comprensiva, mutualista, solidaria, segura y colaborativa que se auto-reconoce en sus cualidades, deficiencias y virtudes. Este es uno de los fundamentos para constituir una sociedad justa y equitativa proyectada en la adultez de eso noveles que hoy se están forjando en el seno familiar, de ello depende hombres buenos y de bien para la humanidad o todo lo contrario: Se perderá el interés por el progreso y la dignidad.
Vivir es experienciar valores, nos dice el Dr. Fabelo Corso, vivimos en un mundo pleno de valores. Y, por supuesto, uno de los ámbitos fundamentales donde los valores tienen su asiento es la familia. Cada día se hace más evidente que los valores hunden sus raíces en el suelo del hogar. Las demás instituciones educativas –escuelas, iglesias, etc.- sólo ayudan a consolidarlos y definirlos. De allí la importancia de reflexionar sobre la dimensión ética de la familia, tema fundamental, desde cualquier perspectiva, para el futuro de la humanidad y la transformación social deseada
Las familias, como las personas atraviesan diferentes etapas, recorriendo un ciclo evolutivo (Vidal, 1991).

En general se pueden distinguir tres grandes tiempos en la vida de una familia: el tiempo de constitución, que abarca cuestiones tales como elección de la pareja, matrimonio y cohabitación sin hijos, el tiempo de expansión, esto es de la llegada de los hijos, que implica la transición a la paternidad y la vida con hijos de edad preescolar y escolar, y por último un tiempo de reducción, cuando los hijos se emancipan, la pareja vuelve a quedar sola y sin actividad laboral.

La comunicación en la familia.

El individuo como unidad corpóreo-espiritual, como persona humana única, desde temprana edad manifiesta la necesidad de aprecio de los demás hacia él, de comunicarse con su madre al inicio y con los demás después, para manifestar sus deseos o le ayuden a cumplir su voluntad y en esa interacción se dan los primeros pasos de aprendizaje de todo aquello que le será útil en la vida en sociedad, pero destacándose la asunción de responsabilidades las cuales crecen a la par en que la persona crece como tal y que, llegado el momento o la madurez podrá disfrutar con autonomía la verdadera de la libertad para contribuir a la toma decisiones al interior de la familia.

“El valor de la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos.” http://www.diadelafamilia.com.mx/valor.php

Por su parte el Dr. José Ramón Fabelo Corzo1 en su libro “Los Valores y los desafíos actuales” Cap. IV; señala “La familia presenta un marco de intimidad tal que favorece las actitudes más abiertas y francas de sus miembros. Es el medio mas favorable para que el individuo se exprese tal como es, con menos inhibiciones, menos sujeto a normas exteriores que tal vez en otros contextos cumple, pero que no ha interiorizado y hecho suyas, aunque las comprenda y promueva como valores necesarios. En este sentido resulta más importante el ejemplo, la práctica, la cotidianeidad, con todos los valores inmersos dentro de la conducta misma, que la propia retórica discursiva acerca de lo que es bueno o malo, de lo que debe ser o no ser.

Si es importante el diálogo en las relaciones interpersonales, lo es aún más la comunicación en la familia. La comunicación está guiada por los sentimientos y por la información que transmitimos y comprendemos. La comunicación nos sirve para establecer contacto con las personas, para dar o recibir información, para expresar o comprender lo que pensamos, para transmitir nuestros sentimientos, comunicar algún pensamiento, idea, experiencia, o información con el otro, y nos unimos o vincularnos por el afecto. Cuando existe la comunicación en una familia, seguramente se puede afirmar que existe un compañerismo, una complicidad, y un ambiente de unión y afecto en la casa. Habrá sobretodo un respeto mutuo y unos valores más asentados. Sin embargo, crear este clima de comunicación en la familia, no es así una tarea tan fácil. Hay que ayudar a los hijos con prácticas, es decir, que los padres introduzcan mecanismos que faciliten la comunicación.

• Al dar una información, busca que siempre sea de una forma positiva.
• Obedecer a la regla de que "todo lo que se dice, se cumple".
• Empatar o ponernos en el lugar del otro.
• Dar mensajes consistentes y no contradictorios.
• Escuchar con atención e interés.
• Crear un clima emocional que facilite la comunicación.
• Pedir el parecer y la opinión a los demás.
• Expresar y compartir sentimientos.
• Ser claros a la hora de pedir algo.

La responsabilidad y la libertad en la familia

“Respeto significa responsabilidad hacia uno mismo y esto a la vez significa ser libre” (Heidegger; 2000: 169).

La responsabilidad vista como un valor que va aunado al a otro: el respeto, y que ambos son inherentes a la persona y al grupo, es por consecuencia uno de los pilares que sustentan la integridad de la persona y de la sociedad humanas. Es la familia la institución en el se fragua y se arraiga su práctica inicial y en la escuela se consolida definitivamente. De acuerdo con Heidegeer para Kant, el sentimiento moral es el respeto. En el respeto debe hacerse patente la conciencia moral de sí mismo, la persona moral que es la auténtica personalidad del hombre: esto es también la honestidad, con uno mismo y con los demás. En efecto, sin el respeto a nuestra conciencia moral carecemos de dignidad y por lo tanto de un auténtico amor hacia nosotros mismos, ya que es en el ámbito de la moral en donde realmente nos distinguimos de los animales, pues al guiarnos por la ley moral tomamos conciencia de nuestra propia autonomía existencial: “Así, al someterme a mi mismo ante la ley moral, me enaltezco a mí mismo como libre, como un ser que se determina así mismo, y me descubre en mi dignidad” (Heidegger;2000:174). Sin embargo Hans Jonas discípulo de Heidegger, considera que: “no basta el respeto a la ley moral si éste no viene acompañado del sentimiento por la responsabilidad que vincula este sujeto a este objeto y nos hará actuar por su causa” (Hans Jonas; 1995:160). En efecto la responsabilidad está en el poder que yo tengo de causar un daño, o un beneficio de todo aquello que se halla en el campo de mi acción. La palabra responsabilidad significa que yo puedo responder por mis acciones y solamente se entiende en el sentido de interpretar la libertad como poder respetar o no respetar aquello que es valioso.

En efecto la responsabilidad está en el poder que yo tengo de causar un daño, o un beneficio de todo aquello que se halla en el campo de mi acción. La palabra responsabilidad significa que yo puedo responder por mis acciones y solamente se entiende en el sentido de interpretar la libertad como poder respetar o no respetar aquello que es valioso.

Jonas sostiene que es difícil (si bien no imposible) cargar con una responsabilidad de algo que no se ama, de tal modo que uno genera el amor a ello antes de cumplir un deber sin inclinación alguna. Por ello la asunción que demande mayor responsabilidad de nuestra parte debe ser algo selectivo. Este es el fundamento y la importancia de las profesiones liberales, el estudiar y ejercer una carrera por vocación implica necesariamente un respeto por la dignidad y la responsabilidad de los conocimientos adquiridos por el joven profesionista, por eso es que la vocación no la da la profesión sino la manera como se le ejerce . La educación debe estar abierta a que cada alumno encuentre un significado de su profesión que esté de acuerdo con su carácter único y personal y encuentre en ella la oportunidad de realizar su vocación. Por ello la función del profesor debe ser también formativa en el sentido que debe ayudar al alumno a que descubra amor y respeto por su profesión.

Conclusiones.

Debido a la fuerte presencia que tiene la familia en la educación más temprana del niño, su papel es extraordinariamente importante en la configuración del mundo de valores de esa conciencia en formación. La función que en este sentido juega la familia es en realidad insustituible. Esos valores adquiridos en edades tempranas quedan casi siempre más arraigados en la estructura de la personalidad, lo cual hace más difícil su cambio. De ahí la importancia de que esa educación primera sea lo más adecuada posible.

Por supuesto, aunque los valores adquiridos en el seno familiar son los de mayor arraigo, eso no significa que necesariamente marquen con un sello fatalista y predeterminado toda la evolución de la personalidad en lo que a los valores se refiere. En el transcurso de su vida, en la evolución natural de niño a adolescente y de adolescente a joven y a adulto, el individuo se inserta en otros grupos humanos -el barrio, la escuela, el colectivo laboral- y de todos ellos recibe determinados influjos valorativos. La propia realidad social a la que pertenece, cambia, evoluciona y ello también condiciona variaciones en su mundo subjetivo de valores.

la familia es un referente obligado -aunque sea por contraposición- en relación con los valores que porta cualquier individuo. Todo esto refuerza la idea del enorme papel de la familia en los marcos de cualquier tipo de sociedad y el porqué debe ser considerada como poseedora en sí misma de un alto valor social.

la familia actúa como especie de intermediario en relación con los factores de naturaleza valorativa que trasladan su influjo hasta cada uno de sus miembros desde la vida, la comunidad, otras instancias educativas, los medios masivos de comunicación, el discurso político, las leyes, los preceptos morales vigentes en la sociedad y también, a través de las tradiciones, desde las generaciones precedentes.

1 Los Valores y la Familia. Autor: Dr. José Ramón Fabelo Corzo BUAP/México 2001/Colección Pensadores Cubanos.

Bibliografía:
Los Valores y la Familia. Autor: Dr. José Ramón Fabelo Corzo BUAP/México 2001/Colección Pensadores Cubano
García Hernández, María Dolores, Ramírez Rodríguez, Gloria y Lima Zamora, Alinson (1998): La construcción de valores en la familia en: Familia y desarrollo humano, María José Rodrigo y Jesús Palacios (Coords.), Madrid: Alianza.
Gimeno, Adelina (1999): La familia: el desafío de la diversidad, Barcelona: Ariel.
Martínez González, Raquel-Amaya (1996): Familias y escuelas en : Psicología de la familia. Un enfoque evolutivo y sistémico. Vol. 1, Valencia: Promolibro.
Solé i Gallart, Isabel (1998): Las prácticas educativas familiares en: Psicología de la Educación; César Coll (Coord) Barcelona: Edhasa.
Vidal, Raquel (1991): Conflicto psíquico y estructura familiar: Montevideo: Ciencias.
Razón y Palabra.- Revista electrónica en América Latina especializada en comunicación. México.
Asociación argentina de prevención de la violencia familiar (1998). "manual de capacitación y recursos para la prevención de la violencia familiar" con el apoyo de la secretaría de desarrollo social, programa de fortalecimiento de la sociedad civil y proyecto de padres y madres cuidadoras. Autoestima y Comunicación.
Shibutani, Tomotsu. "Psicología social y psicología" Editorial Paidós. Diciembre de 1971 Bs. As..
Roche Olivos, Robert. "Psicología y educación para la prosocialidad" Red Federal De Formación Docente Continua Para La República Argentina. Edición 1997 Bs. As.
Gillham L., Heber. "Cómo ayudar a los niños a aceptarse sí mismos y a aceptar a los demás" Editorial Paidós Educador. 3ra Edición 1991

Visitas a la Web:

Sobre el tema «educación en valores» puede encontrarse abundante información en la página

de la OEA
www.mmercellux.tripod.com/autoayuda

Criterios para evaluar el ensayo:1. Presentación del Trabajo. Debe incluir portada con sus datos de identificación (nombre completo, sede, nombre del tutor).
Al final del ensayo debe incluir la bibliografía (formato APA) y fuentes de Internet consultadas (como se le enseñó en el Módulo Propedéutico. Ejemplo:
wikipedia.org 2006 http://en.wikipedia.org/wiki/Domain_Name_System Febrero 27 de 2006.)
2. Organización del ensayo. Incluir una Introducción. Desarrollo del tema y Conclusiones.
3. Afirmación principal. Se explica cada una de las afirmaciones incluidas en el ensayo.
4. Razones que justifican las afirmaciones. Se presentan razones claras y adecuadas para justificar las afirmaciones expuestas en el ensayo. El ensayo denota que el alumno se documentó e incluyó las lecturas sugeridas en las sesiones 1 a
5. Vocabulario. Se utilizan los términos con precisión y el vocabulario utilizado corresponde al expuesto por la asesora, durante las telesesiones.
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